El siglo XIX, de los grandes cambios en todos los órdenes, está dominado por el movimiento romántico.
A partir de 1830, el componente social de la producción y consumo de música se amplió con el auge de las formas de teatro, de sala de conciertos y de salón tanto artístico como político, el papel líder de los compositores en el desarrollo de tendencias nacionales, el exilio de artistas, el auge de la industria de fabricación y comercialización de instrumentos, de la edición de partituras y periódicos especializados, la consagración del virtuoso como artista y el avance en la formación de músicos cada vez más concentrados en una actividad profesional: directores, compositores y concertistas.
Durante el siglo XIX el repertorio de música también se hizo más amplio, tanto por el surgimiento y desarrollo de nuevos géneros para todo tipo de intérpretes y públicos, como por la ampliación de formas y estructuras provenientes del pasado clásico.
Otro aspecto central en la vida musical del siglo XIX, fue el proceso recuperación de repertorios del pasado, que puso en circulación la música de autores como Mozart, Haendel y Bach para articularla con los dos grandes nombres alemanes de comienzo y fin del siglo, Beethoven y Wagner, en un proyecto disciplinar historicista.