Semana Santa de Ciénaga de Oro alista su Plan de Salvaguardia para convertirse en patrimonio inmaterial de Colombia
Poco se ha oído decir de esta celebración fuera de Córdoba, pero su tradición, de más de dos siglos, es una mezcla del sincretismo entre lo católico y lo pagano, y entre lo indígena, lo africano y lo español que tiene el país. La comunidad orense busca el reconocimiento nacional de su celebración.
Por: Carolina Lancheros Ruiz
Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de los Andes
El viernes siguiente al miércoles de ceniza, Ciénaga de Oro (Córdoba) despierta a las 4 a.m. con sonido de trompeta. La toca un personaje al que llaman El Cuto para anunciar la llegada de la cuaresma, y lo vuelve a hacer cada viernes de madrugada, hasta el Viernes Santo, cuando su pregón anuncia la muerte de Cristo. Por eso lo llaman también ‘matadios’.
Con todo y su vestido romano, El Cuto es el mismo hace 40 años. En Ciénaga de Oro esos roles tienden a ser vitalicios. Las festividades de Semana Santa en ese pueblo cordobés tienen más de 200 años y están tan arraigadas que ya el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural aprobó su postulación para ser incluidas en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de Colombia, que desde 2008 registra las manifestaciones representativas de la diversidad de la nación.
Ese listado tiene a la fecha 21 tradiciones populares colombianas entre las que se encuentran las procesiones de Semana Santa de Popayán, famosas por su majestuosa iconografía religiosa y su solemnidad. La de Ciénaga es, en contraste, una fiesta más popular y enmarcada por el sincretismo entre lo católico y lo pagano y por la fusión entre lo africano, lo indígena y lo español. Y hasta ahora, además, muy desconocida en el resto del país.
“Lo más particular que tiene es el componente de creación constante”, señala Luis Fernando Arenas, de la Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura. Los orenses trasforman cada año su imaginería religiosa y, con el concurso del pueblo incorporan novedades en su celebración.
Una de ellas es la inclusión de la tecnología y las redes sociales para comunicarse. Fue una estrategia de la Junta Pro Semana Santa para activar la participación de los más jóvenes tras una temporada de decadencia de la celebración a mediados de los 90. “Las imágenes estaban mal cuidadas, la gente no quería participar, y no había relevo generacional para los sabedores y los hacedores (como llaman a los artesanos que participan en la elaboración de las piezas de la celebración)”, explica Silvio Burgos, actual presidente de la junta.
Por eso emprendieron también un proceso pedagógico en el que se aliaron con colegios y otros espacios comunitarios para reforzar el sentido de pertenencia a esa fiesta que marca la identidad de los orenses. “Replanteamos todo y en 20 años la Semana Santa se levantó, como lo hizo Lázaro con el llamado de Jesús”, indica Burgos satisfecho porque ahora la comunidad gira en torno a la celebración, en la que participan directamente unas 500 personas.
“Durante la Semana Santa el pueblo cambia la actitud. Es como si fueran aves migratorias”, observa Mario Omar Fernández, quien desde la Iniciativa de Patrimonio de la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de los Andes lidera un proyecto de apoyo a la elaboración del Plan Especial de Salvaguardia (PES) de la festividad, una especie de hoja de ruta para garantizar la supervivencia de la tradición y cuya aprobación determina la inclusión definitiva en la lista del patrimonio inmaterial.
El documento debe incluir aspectos de investigación y estrategias de divulgación de ese patrimonio. Para esto último, Los Andes editó un libro que recopila lo más destacado de la fiesta, y está creando un repositorio digital en el que conecta objetos, personajes, hermandades y momentos de la Semana Santa orense. “Quiero mostrar qué hay detrás de esta celebración viva”, explica Luis Antonio Silva, estudiante de la Maestría en Humanidades Digitales de Los Andes y líder de esta iniciativa de comunicación, para quien descubrir la riqueza de la festividad en Ciénaga de Oro fue la evidencia de lo lejos que estamos de las expresiones culturales de nuestro país.
En eso radica la necesidad de reconocer el patrimonio. Con la ratificación en 2006 de la Convención de la Unesco para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural, Colombia comenzó un camino para entenderse a sí misma. “Identificar el patrimonio hace a las comunidades reflexionar sobre sí mismas y pensar qué las hace definirse”, explica Luis Fernando Arenas, de MinCultura. Y ante la diversidad del país, ese ejercicio implica aprender a ampliar la mirada. La Semana Santa, por ejemplo, sirve para aceptar que hay –al menos– dos formas de vivir una misma celebración y que ambas pueden representar lo que somos.
En ese reconocimiento, los orenses tienen ya un camino recorrido: ellos mismos identificaron el valor tanto de la teatralidad de sus procesiones como de la fortaleza cultural de toda su fiesta, y han buscado el reconocimiento oficial en un proceso que normalmente ha sucedido en el otro sentido, con el Estado como promotor. En 2004 lograron la declaratoria de las procesiones como patrimonio municipal, en 2006 fueron incluidos en la lista departamental de patrimonio inmaterial, y desde 2011 persiguen el propósito de estar en la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial del ámbito nacional. Tal vez la trompeta de El Cuto despierte un día al pueblo pregonando esa inclusión.
El papel de la Facultad de Arquitectura y Diseño en Ciénaga de Oro
Como miembro del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, Eduardo Mazuera, profesor de la Facultad de Arquitectura y Diseño, conoció la Semana Santa en Ciénaga de Oro en marzo de 2016, y participó en la emisión del concepto favorable para dar inicio al proceso de declaratoria como Patrimonio Cultural de la Nación. Luego, en septiembre de 2016 y marzo de 2017, visitó el pueblo con otros cuatro profesores y más de 50 estudiantes de Arquitectura de Los Andes, como ejercicios académicos de los que derivaron proyectos arquitectónicos y urbanos para atender las necesidades de la manifstación cultural. Todo esto, que se desarrolló en coordinación con la Junta Cívica Pro Semana Santa y la Dirección de Patrimonio de MinCultura, permitió redactar un documento que dio los lineamientos para apoyar la formulación del Plan Especial de Salvaguarda (PES), en una muestra de articulación existosa entre la academia, el Estado y la población.
Tradiciones orenses de Semana Santa
En su proceso de postulación patrimonial, la Semana Santa de Ciénaga de Oro incluye las tradiciones culinarias, las mandas o promesas a cambio de favores, y la música, entre otros.
Culinaria:
Platos como el revoltillo de bagre pintado, el arroz de frijol de cabecita negra, y dulces como el mongo mongo, que mezcla el plátano maduro con frutas y tarda hasta 8 días en su elaboración, son exclusivos de esta época del año en la que, además, la calle se convierte en un desfile de platos que van de casa en casa, en una tradición de “renovación de lazos de afecto” entre familiares y amigos. “Se envían como señal de gratitud y amor, y para no volvernos ingratos, como ocurre en las ciudades”, señala Silvio Burgos, de la Junta Pro Semana Santa.
Música:
Hace más de 80 años José Fortunato Sáez, conocido como el Negro Sáez, compuso las marchas que desde entonces han acompañado las procesiones. Existían algunas partituras, pero las bandas las habían aprendido de oído. El año pasado grabaron un disco con esas composiciones en un ejercicio de rescate patrimonial. Ahora tienen la ilusión de hacerlas en versión sinfónica.
Mandas:
Son penitencias que se ofrecen a cambio de favores religiosos. Las ofrecen diferentes grupos de personas: los que cargan los pasos; los penitentes, que arrastran cadenas; y los niños de pasión y las niñas samaritanas, cuyos padres los han ofrecido para las procesiones como ofrenda a cambio de su salud.
Rituales mágicos:
Para el amor: Las parejas de enamorados acompañan las imágenes en el recorrido entre el museo donde se conservan y la Iglesia –de donde arrancan las procesiones– como un ritual para bendecir su amor.
Contra las tormentas: la gente busca la manera de hacerse a los cirios que se usaron durante las procesiones para encenderlos durante las tormentas. Dicen que así se ahuyentan.
Para enamorar: las mujeres toman las flores usadas en los pasos para preparar bebedizos que enamoran a los hombres.
Como protección: hay quienes frotan algodón contra la imagen del Nazareno y lo conservan como bendición.
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Personajes:
-El Cuto: es el más popular de la Semana Santa. El Jueves Santo toca el cuerno de un toro durante la procesión, y va acompañado de su ejército romano
– La Muerte: participa en la procesión del Santo Sepulcro el Viernes Santo. Va vestido con túnica negra y blandiendo una guadaña en su mano.
Agrupaciones:
-Orden de los sayones: representan a los soldados romanos que ejercieron de verdugos.
-Legión romana: llevan el ritmo de las marchas el Jueves Santo.
Objetos:
– Casco de la legión romana: elaborado con cartones pintados con purpurinas y crines coloridos, van desde la frente hasta la nuca, como los portaban los tribunos y legionarios.
-Capirote de los sayones: gorro alto de cartón en forma de cono y cubierto de tela que llevan los sayones el Viernes Santo.