El himno nacional de Colombia tiene una versión desconocida
Siete años antes de que el italiano Oreste Sindici presentara su obra, había musicalizado la letra de Rafael Núñez y otra, de Jorge Isaacs, sin mayor éxito. Una investigación de un egresado del Departamento de Música recupera la historia del símbolo patrio y de su autor.
El mito de que el segundo himno más lindo del mundo es el colombiano tocó la realidad en el Mundial de Fútbol que acaba de jugarse en Rusia. Un ranking que hizo el diario británico The Telegraph de los mejores himnos nacionales de las selecciones que participaron en el campeonato lo ubicó justamente en ese lugar después de La Marsellesa, de Francia.
“Empieza con una fanfarria de trompeta que suena como si fuera a comenzar la música de Rocky. Lo siguiente es aún más conmovedor: cargas de vientos, puntuadas por un redoblante. Luego se hace más lenta, permitiendo que la música reúna energía y altitud antes de un final espectacular”, señalaba la publicación. Aunque apenas sonó en cuatro partidos, los colombianos estamos acostumbrados a escucharlo en radio y televisión al recibir y despedir el día, gracias a una ley de 1995 que buscaba exaltar los símbolos patrios. Sin embargo, muy poco sabemos de este y de su compositor, el italiano Oreste Sindici.
Motivado por esa paradoja, Alexander Klein, un joven egresado del programa de Música de la Facultad de Artes de Los Andes, realizó una exhaustiva investigación sobre la vida y obra del italiano y encontró fascinantes detalles sobre el himno nacional, que relata en su libro Oreste Sindici, obras completas, en el que mezcla historia y partituras.
Durante la Regeneración, ese periodo de finales del siglo XIX en el que se consagró el centralismo en el país y se declaró a Colombia como una nación oficialmente católica, Sindici, que se desempeñaba como maestro de música en escuelas públicas de Bogotá, desempolvó un texto de Rafael Núñez –entonces presidente- que ya había musicalizado antes sin mayor éxito. La partitura original de esa versión desconocida está en La Casa del Florero, o Museo de la Independencia. “Fue uno de los hallazgos más extraordinarios que hice”, indica el joven investigador, al recordar ese momento. Había ido a fotografiar los manuscritos del himno que conocemos hoy y “me trajeron dos, que ellos (los empleados del Museo) pensaban que era el mismo porque no sabían leer música”. Sin embargo, él que estaba cursando sus estudios de composición y teoría musical, se llevó una gran sorpresa: “eran ocho páginas de una música completamente diferente con la misma letra que nos sabemos hoy”.
Pero como esa versión del himno no tuvo mayor repercusión, Sindici tenía el reto de hacer otra “de manera que el pueblo pudiera memorizarlo y cantarlo con relativa facilidad” para lograr imponerse como el símbolo patrio. Ya se habían hecho propuestas que no habían logrado ser acogidas y él mismo había presentado cinco, entre las cuales, además de esa otra con letra de Núñez, había una con letra de Jorge Isaacs, hoy reconocido por su novela ‘María’. (https://facartes.uniandes.edu.co/old/index.php/noticias/924-maria-como-leerla-hoy-a-150-anos-de-su-publicacion)
Para esta nueva versión, Sindici hizo “sencillos acordes pausados para acompañar a manera de marcha la melodía y escribió una música que se podía adaptar a cualquier estrofa del texto que se decidiera cantar”. Se la enseñó a sus alumnos y anunció el estreno para el 11 de noviembre de 1887 en un salón de escuela. Esta vez sí tuvo éxito. La prensa hizo eco y el presidente lo invitó a presentar el himno en diciembre ante las autoridades civiles, eclesiásticas y militares de la época.
“La aprobación de su música parecía unánime. Este momento era, en efecto, la culminación de su obra educativa y artística en Colombia, lo que lo convertía, por fin, en uno de los padres de su nación adoptiva”, indica el texto de Klein, que resalta una insistente necesidad del italiano por ganarse el aprecio de los colombianos y sentirse local.
Al año siguiente de su estreno, el himno fue publicado y se dieron los primeros pasos para su difusión como el himno nacional de la República de Colombia que escuchamos desde entonces. Para ese momento, Sindici ya tenía casi 60 años y se aproximaba a un declive dramático de su vida. Murieron su cuñado, su esposa, una de sus hijas y su único hijo hombre, debió marcharse de Bogotá para dedicarse a la vida agrícola en Nilo (Cundinamarca) y, posteriormente, regresar a la ciudad, donde acabó sus días sin que el Gobierno hubiera oficializado el himno y, por lo tanto, no hubiera pagado por los derechos patrimoniales y artísticos de la obra. De hecho, en 1940, cuatro años antes de morir en condiciones de indigencia, su hija Emilia señaló que ese reconocimiento económico no había llegado, aunque el himno se oficializó en 1920.
Fue un final triste e ingrato para el autor de la música que nos identifica como nacionales y que, según la descripción de The Telegraph, “hace que los fanáticos queden en éxtasis y deja al equipo listo para correr a través de paredes de ladrillo”. Nada exagerado si se piensa que fue escrito para motivar al soldado para que diera su vida por la patria, algo que –contrario al mito sobre la belleza del himno- nunca debió haberse vuelto realidad.