Orquesta de Los Andes presenta:
Obras de Mozart, Grieg y Bernal Montaña

Notas al programa por Nikky de los Reyes Ríos

Entendido como una obra compuesta para el entretenimiento de los intérpretes y la audiencia, el divertimento es una forma musical que tuvo su auge en las cortes de Alemania, Austria, norte de Italia y la región de Bohemia a principios del siglo XVIII. Al tener como objetivo la entretención, este también fue utilizado para amenizar las reuniones sociales de la época. De allí que el Divertimento en re mayor K. 136/125ª, obra que escucharán esta noche, del compositor austríaco Wolfgang Amadeus Mozart, tenga como objetivo ser una composición simple y alegre.

Este divertimento fue compuesto, junto al K. 137 y 138, en 1772 cuando Mozart regresó a Salzburgo luego de una instancia de dos años en Italia. Como una de las funciones sociales de esta forma musical fue la entretención, se puede afirmar que este se creó para veladas en las residencias de algunas de las personalidades más importantes de dicha ciudad. Lo anterior, puesto que el austríaco ostentaba el cargo de concertino de la orquesta de la corte salzburguesa (Mangum, s.f.).

El Allegro del primer movimiento del divertimento es brillante, juguetón y en forma sonata. Una melodía que empieza por notas largas y a través de disminución rítmica nos lleva al scherzando o bromeo característico de la música mozartiana. En contraste, el segundo movimiento, Andante, se aproxima a lo que fueron los bailes de salón del rococó vienés. Es elegante, tranquilo, con melodías sincopadas y tresillos que le dan movimiento y brío al excerto. Por último, el Presto del tercer movimiento empieza con un motivo rítmico melódico que hace preguntas con sus varios silencios entre tiempos y que obtiene respuestas en otra factura melódica que se asemeja a la del primer movimiento. Este juego y esa sonoridad ligera se asemeja al comienzo de un acontecimiento importante, así como cuando llega la primavera.

A finales del siglo XVIII, el divertimento empieza a tener su declive y otras formas instrumentales como la sonata, la sinfonía y los cuartetos de cuerda toman su lugar. Este desuso se debió a cambios culturales y sociales que hicieron de la escucha de la música una actividad contemplativa y no de entretenimiento. Y es en este nuevo paradigma musical que nace la Suite Holberg Op. 40 del compositor noruego Edvard Grieg.

Originalmente escrita para piano en 1884 y adaptada para orquesta de cuerdas el año siguiente, la suite En los tiempos de Holberg, en noruego Fra Holbergs tid, es una obra escrita para celebrar el bicentenario del nacimiento del escritor noruego danés Ludvig Holberg. Para hacer alusión a los tiempos del literato, Grieg decidió componer una suite barroca, pero con los giros armónicos y melódicos propios del Romanticismo. Esta manera de componer, es decir, de usar formas y técnicas compositivas del pasado y mezclarlas con las del presente, es lo que se conocería en el siglo XX como Neoclasicismo, siendo Igor Stravinksy y Maurice Ravel de sus mayores exponentes.

La suite es un género instrumental, popular en el Barroco, que se constituye de varios movimientos que están en la misma tonalidad y basados en formas dancísticas tales como la alemanda, la corrente, la zarabanda, la bourrée y la giga. En ese sentido, el primer movimiento de la suite Holberg, Prälude, tal y como su nombre lo indica, es el preludio, el principio o antesala de algo más importante. Con un ostinato rítmico de una corchea y dos semicorcheas que se asemeja al galopar de los caballos, Grieg muestra una primera escena en la que la elegancia y la sofisticación melódica son las protagonistas.

El segundo movimiento, Sarabande, es una danza con una sonoridad menos brillante y más sombría. Sin embargo, doblar a la octava o al unísono las melodías y un tempo más pausado le añaden solemnidad a esa oscuridad latente. Por su parte, la Gavotte contrasta con la danza anterior al ser más rítmica y brillante. Asimismo, la Musetta, que hace las veces de interludio en esta danza, alegra el paisaje sonoro con su picardía.

El Air es de los movimientos lentos en las suites barrocas. Grieg propone un andante religioso para este momento, en el que una melodía dramática y más íntima cobra vida. Aunque está construido con armonías, instrumentación y melodías propias del Romanticismo, es palpable la intención de remembrar la meticulosidad y también la oscuridad del Barroco. Por último, el Rigaudon, tiene como protagonista a una conversación pícara, jocosa y con mucho brillo entre un violín y una viola. En contraste, una segunda parte lírica y melancólica aparece en medio de la propuesta juguetona de melodías dobladas y pizzicatos orquestales de la conversación inicial.

Por último, con un objetivo social que mezcla la entretención, la contemplación y la expresión de sentires, el pasillo Dilo otra vez del compositor colombiano Santiago Bernal es la cuota nacional de esta velada. Esta es una obra que, en mi concepción, con una melodía sutil y el recurrente pizzicato del acompañamiento orquestal, dibuja el momento en el que dos personas observan absortas el dorado atardecer en las montañas colombianas; como si estas fueran testigo de algo que está creciendo dentro de ellos. Así, solo queda que al decirlo otra vez se le dé vida a esa corazonada…

Programa

Edvard Grieg

Holberg Suite, Op.40

Wolfgang Amadeus Mozart

Divertimento in D major, K.136/125a

Santiago Bernal Montaña

Dilo Otra Vez (Pasillo)