Enable JavaScript to ensure website accessibility

Cementerio Orbitante- Proyecto de grado de Maestría 2025-2

Jueves 11 y viernes 12 de diciembre a las 7:00 p.m.

Inicia

diciembre 11, 2025 - 12:00 am

Termina

diciembre 12, 2025 - 7:00 pm

Categorías

Arte

CEMENTERIO ORBITANTE
Liturgias de duelo y deseo entre carne y máquina

Daniel Alejandro Santos presenta su proyecto de grado de la Maestría en Artes Plásticas, Electrónicas y del Tiempo (2025-2): una propuesta que explora los vínculos afectivos y rituales que emergen cuando lo humano se encuentra con lo tecnológico.

Le invitamos el 11 y 12 de diciembre, a las 7:00 p. m., en el Estudio Intermedial TX-104.
Entrada libre.

En la película Titane (2021), de Julia Ducournau, Alexia, tras un accidente en su infancia, recibe una incrustación de titanio en el cráneo. Años después, en una de sus noches como bailarina, un vehículo cobra voluntad, la seduce, y ambos consuman un encuentro sexual. La palanca de cambios penetra, ella llega al orgasmo; el automóvil es amante y sujeto deseante. Lo monstruoso y lo íntimo conviven hasta el punto en que Alexia descubre que ha quedado embarazada del automóvil, y ese embarazo se vuelve la evidencia encarnada del contacto sexual entre cuerpo y máquina.

Este deseo mecánico resuena en Cementerio Orbitante, y similar que en Titane, la máquina no necesita devenir cuerpo (cuerpo cyborg). Aquí, máquina y cuerpo se vuelven sujetos del erotismo; con ellos se insinúa la posibilidad de intercambio, penetración o cierre (cualidades de la membrana). Como en El Gran Vidrio de Duchamp, el erotismo se muestra aquí como energía circulante. En aquél, la novia es motor y combustible que activa los objetos deseantes, que no son otra cosa que máquinas. De igual manera, Daniel  dispone en escena un cuerpo lo suficientemente masivo para ser atracción mecánica y energía que da vida y pone en órbita los objetos, que como satélites, están cayendo constantemente de manera asintótica; cayendo en un movimiento que se acerca infinitamente al centro sin alcanzarlo jamás.  Como en Duchamp, la promesa erótica se sostiene en la distancia y en la imposibilidad de contacto que alimenta la atracción, ya que la consumación significa también la muerte del deseo.

La imposibilidad se vuelve motor pero también herida: en esta performance se logra vislumbrar el diálogo con un cuerpo ausente, lejano. La máquina, a pesar de ser un medio de interacción, no reemplaza ese otro cuerpo. A cambio, mitiga la ausencia y se convierte en una prótesis, que en cuanto tal, es también extensión erótica y afectiva. El lugar de la máquina es simultáneamente, deseo y ausencia; objeto del erotismo y tumba. Es así como, la escena cobra la dimensión de un ritual fúnebre y se hace llanto para una máquina.

La obra de Daniel nos devuelve a la pregunta inicial: ¿qué ocurre cuando la máquina, convertida en amante, se revela como prótesis? Quizá su muerte no es final, sino el eco de un deseo que persiste orbitando —infinito, inalcanzable— alrededor de un cuerpo que lo engendra.

Fredy Buitrago