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agosto 31, 2023 - 6:00 pm
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Galería El Museo. Calle 80 #11 - 42. Bogotá, Colombia. Ver mapaLa galería El Museo invita este jueves 31 de agosto a las 6:00 p.m. a la inauguración de la exposición Venta de una pintura abstracta, del profesor del Departamento de Arte Lucas Ospina. Es un evento de entrada libre.
Los artistas son la élite de la servidumbre.
—Jasper Johns
K, un artista emergente, hace dos piezas. El marchante A vende cada pieza de K a US$5.000 a B y C, dos coleccionistas de gran poder adquisitivo. A se queda con el 50 por ciento de la venta y arregla con B y C para que oferten las piezas que le compraron a K en una subasta. Antes de la oferta el artista se presenta en sociedad: K va con A, B y/o C, a inauguraciones y fiestas; un curador D, asociado a alguna institución, lo entrevista o firma un catálogo promocional con un texto elogioso sobre K; publicaciones de arte en las que pautan galerías vinculadas a K, o con lazos con A, B y/o C, se referirán a él; circulará el rumor de que K estará en una curaduría colectiva en un museo, bienal o feria donde solo exponen individualmente los consagrados.
Comienza la subasta, pero ¿por qué usar este método para darle un precio a las obras de K? ¿Por qué no dar una cifra y ya? Porque a falta de crítica, o por los problemas y demoras que genera una valoración crítica, la subasta es el medio expedito para inflar y dar legitimidad a esta historia: la puja por las piezas de K cierra en US$120.000 c/u. La subasta fluyó sin contratiempos. K todavía no es muy conocido, sí lo será cuando se conozca el resultado astronómico de la “puja” entre los coleccionistas B y C. ¿Dónde está el dinero? B pagó y compró la pieza de C, C pagó y compró la pieza de B. El mercado del arte es pequeño, inexistente dicen algunos, pero trabaja con arte para un mercado más amplio que, con arte o sin arte, promete alto rendimientos.
Días, meses o años después, B y C ofrecen a un miembro E de la junta de un museo la donación de las piezas de K. Lo más importante: B y C valoran cada obra por US$120.000 c/u en su declaración de impuestos y certifican ambas donaciones por esa suma. En algunos países y paraísos fiscales un tercio del monto total de lo donado se deduce de la declaración de renta: US$40.000. Los coleccionistas B y C que, en un principio invirtieron US$10.000 entre los dos, gracias a la subasta elevaron el costo de sus obras y ahora obtienen por esta operación una ganancia aproximada de US$35.000 por cabeza (habría que restarle la comisión de la casa de subastas y lo que corresponde a A por la intermediación).
K recibió US$5.000 por sus obras; es feliz, el dinero le hace bien, el futuro del artista pinta mejor. Si K y sus obras son dúctiles podrá seguir trabajando con A, B, C, D, E y llegar lejos, pero si sus obras pierden aura, las fuerzas —o los fuertes— del mercado encontrarán un nuevo artista, o el filón de una nueva tendencia artística, para explotar. Todo el mundo es un artista: arte y artistas es lo que hay.
Lo anterior es solo un esquema perfectible. Un fondo de inversión en arte sabrá conjugar todo el abecedario monetario y redactar cada vez mejor la novelita mercantil: usará todo el arcoíris de excepciones tributarias, usará la colección de arte como colateral para apalancar negocios y pedir préstamos a bancos, usará el arte como caballo de troya gentrificador para penetrar comunidades, conquistar territorios y desarrollar proyectos inmobiliarios. Todos estos negociantes tacarán con sigilo carambolas más y más virtuosas, con rendimientos a corto, mediano y largo plazo. Hablamos de arte: la misma libertad y apertura que existe para hacerlo e interpretarlo se extiende a su compra y venta.
El arte es la vida sexual del dinero.
—Peter Schjendahl