Inicia
abril 10, 2019
Termina
marzo 26, 2019
Dirección
Sala de exposiciones Julio Mario Santo Domingo, Universidad de los Andes. Carrera 1 #21-9, Bogotá. Ver mapaEventos en el marco de la exposición
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Esta exhibición conmemora el centenario del asesinato de Emiliano Zapata (1879-1919)—líder militar y campesino del Ejército Libertador del Sur—mediante la instalación artística de una serie de fotografías provenientes de la Colección Gustavo Casasola y otros acervos.[1] La muestra—necesariamente incompleta y fragmentaria—no pretende representar los diferentes momentos de la vida de Zapata o los desarrollos del movimiento suriano. En ella se hallarán retratos de Zapata y otros líderes, y de combatientes anónimos, así como fotos de varios momentos históricos importantes como la visita de Francisco Madero a Cuernavaca (1911), los intentos de negociación de Victoriano Huerta con los zapatistas (1913), la Convención de Aguascalientes (octubre de 1914) que asume el gobierno soberano, la marcha triunfal de La División del Norte y el Ejército Libertador del Sur desde Xochimilco hasta el Palacio Nacional (diciembre 6 de 1914) y la muerte de Zapata (abril 10 de 1919).
Lo que vino a llamarse Revolución Mexicana, en verdad corresponde a la homogeneización historiográfica e ideológica a posteriori de una serie de insurgencias y antagonismos sociales entre los que se cuenta el agrarismo campesino que lideró Zapata. Podemos decir que, hasta su muerte, Zapata fue visto como una suerte de oscuro “Atila”, enemigo de la civilización. No resulta sorprendente que muchas fotografías de zapatistas fueran empleadas inicialmente para ilustrar el “salvajismo”, suciedad, violencia irracional y antagonismo “arcaico” de los revolucionarios del sur y, luego, para hacer “perpetua” su derrota. Posteriormente, el Estado mexicano devino “Zapatista”: no sólo se apropió de—y contuvo—esas reivindicaciones sociales, sino que estableció su genealogía política mediante la cooptación y circulación mediática de las imágenes de esos “otros” que alegaba representar. Incluso 100 años después del asesinato de Zapata por órdenes del gobierno “revolucionario” de Venustiano Carranza, la memoria visual de éste y de los revolucionarios surianos es periódicamente reeditada para legitimar agendas políticas contrarias a los intereses agraristas que llevaron a miles de campesinos a tomar las armas.
Frente al imaginario que trata de sepultar la tradición de los oprimidos, esta exposición trata de desplegar una política de la empatía con quienes, como Zapata, quisieron descarrilar el tren de mil injusticias que no han dejado de suceder. Antes que la conmemoración de una muerte, quisiéramos recuperar la potencia afectiva de la memoria visual para celebrar la vida y los reclamos de quienes fueron puestos en la fosa común de la historia o sepultados—como Zapata—bajo pesados monumentos.
Por ello, proponemos una serie de cortocircuitos visuales e imágenes “otras” como las del fotógrafo zapatista Cruz Sánchez, quien nos interpela mediante su encuadre y composición marcial de figuras a caballo, sus cuidadosos estudios de grupo, y el retoque de los retratos de líderes y combatientes anónimos revestidos de una dignidad sobrecogedora. De la misma manera, presentamos varias imágenes de mujeres zapatistas—incluyendo algunas de la fotógrafa Sara Castrejón—que problematizan el androcentrismo que caracteriza las representaciones de la Revolución. Por otra parte, un grupo de imágenes poco conocidas—provenientes del Archivo Histórico de la UNAM y de la Colección de Ricardo Espinosa—exponen la obturación de la vista, la agitación y movimiento tanto de la realidad como de la cámara, que resulta capturada ella misma por la escena. En algunos casos, la ampliación de la foto revela lo cuasi-oculto en el pequeño formato: un niño aplaudiendo alegre, una anciana cuyos ojos espectrales inquietan nuestro impune voyeurismo de la historia, un pequeño pájaro en la cabeza de una prisionera, racimos de espectadores en los árboles observando una marcha triunfal, el revólver fálico de un zapatista transgénero, y otros detalles anómalos que desafían la ultravisibilidad de lo ya visto. La muestra de fotografías pares restauradas por Karina Herazo hace explícitas tanto las alteraciones físicas, biológicas y químicas del material (hongos, humedades, pérdidas, deterioros) como la intervención restauradora de una memoria visual que en su devenir, nunca puede hacerse presente como fue. De allí, la inclusión de fotos actuales de los zapatistas de Chiapas. Señalemos que aunque no existe una continuidad histórica, etnográfica o geográfica entre el movimiento suriano que encabezó Zapata y el neo-zapatismo actual, la serie de Francisco De Parres permite afirmar la legitimidad de dicha lucha y apropiación simbólica mediante la simple belleza de los ojos y sonrisas de unas niñas.
A cargo de Mario Omar Fernández y Karina Herazo, esta instalación quiere proyectarse hacia la calle e invitar al público a encontrarse con una muestra heterogénea de imágenes y objetos que incluyen, además de las fotos, un altar, carteles, un taller de impresión, una serie de corridos sobre Zapata y otros elementos que funcionan como imágenes dialécticas para desclausurar las derrotas del pasado y contrariar el ordenamiento monumental o museográfico de la historia.
Carlos A. Jáuregui
University of Notre Dame